Chicago siempre ha sido una ciudad refrescante en Estados Unidos. La arquitectura que rompe con la cuadrícula de los McDonald’s, Holiday Inns y centros comerciales idénticos en todo el país. La combinación de la amabilidad de ciudad pequeña con el despelote, desigualdad y diversidad de gran metrópoli. Y hasta la corrupción rampante que sigue marcando el gobierno de la ciudad mucho tiempo después de la época de la mafia de Al Capone.
Ahora la corriente de aire fresco viene de lo que ha producido la política local: el fenómeno de Barack Obama. No hay que olvidar que el candidato presidencial demócrata hizo sus primeros pinitos como político local en Chicago. Y de los buenos: los que trabajan en los muchos barrios pobres (y, claro, negros) de la ciudad. Ese fue su trampolín a la política nacional, a la que llegó como congresista del estado donde está Chicago (Illinois). Como todo el mundo sabe, el fenómeno Obama ha llegado al punto de tener tambaleando a la dinastía Clinton y estar cerca de ganar las primarias demócratas. Lo que, en un país donde el 80% de la población por fin se cansó de la absurda guerra de Irak y la crisis económica del gobierno Bush, probablemente significa ganar las elecciones presidenciales de noviembre.
El ascenso de Obama tiene tantos significados que da para muchos blogs. Para no alargar el cuento, por ahora, me limito a uno clave: la sola candidatura de Obama ha convulsionado el panorama de las relaciones raciales y el racismo estadounidenses. En lugar de sacarle el cuerpo al tema, como lo habían hecho todos los políticos gringos desde los días del movimiento por los derechos civiles de los sesenta, se dio la pela de dar un discurso memorable sobre el tema, a la vez honesto y conciliador. (Va el vínculo al discurso de hace un par de semanas, para quienes les interese verlo).
Para quienes no quieran o puedan seguir el discurso, lo que Obama dijo –palabras más, palabras menos— es que el racismo ha dejado huellas y resentimientos profundos tanto en los negros como en los blancos. Y que, paradójicamente, estas heridas perduran aunque el paisaje racial estadounidense sea mucho más mezclado y variado que antes. De hecho, como buen político que es, Obama no pierde ocasión de recordar que él mismo es hijo de padre negro de Kenia y madre blanca de Kansas.
Ojalá gane Obama. Entre otras cosas, porque así le va a quedar difícil al gobierno colombiano olvidarse del racismo de nuestro Estado y nuestra sociedad cuando ya no tenga la presión de la bancada negra del Congreso gringo como condición para aprobar el TLC. Me pregunto si, cuando llegue Obama a la Casa Blanca, el Presidente Uribe sería capaz de volver a decir, como lo hizo en un consejo comunitario en Cali el año pasado, que en Colombia no hay racismo.
www.cesarrodriguez.net
Retrovisor: los comentarios al blog anterior sobre los blogs (especialmente los de O-Lu, J.Guanus y Alejandro) me convencieron de la necesidad de crear un espacio especial en este blog para tratar de decir algo sobre los comentarios cuando el siguiente (como éste) cambia de tema. Ese es el sentido de esta miniseccion de "Retrovisor", que creo que responde por ahora al sentido de esos comentarios.
Por César Rodríguez
PUBLICADO 04/04/2008
4/04/2008
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